Polémica semana en Arica por el anuncio del Gobierno de que no se construirá el tranque de Livílcar.
Que el agua es vida, nadie lo duda, como tampoco que en una zona desértica ese recurso no sea cuidado; que la agricultura de Azapa es el sostén de la economía local también es innegable, como no se puede olvidar que somos un país subdesarrollado, con muchas carencias. Los recursos deben ser administrados en forma eficiente para satisfacer nuestras necesidades.
El río San José en promedio llega dos meses al año al mar, y hay periodos en que durante varios años no hizo su aparición, limitantes que no le permiten competir en igualdad de condiciones con proyectos similares en el resto del país. Estas aguas arrastran mucho lodo, lo que embancaría dicho tranque en algún tiempo. Su dragado sería tan costoso como su construcción. Las laderas de los cerros de la cuenca del río están formadas por rocas muy permeables, por lo que hay que adicionar al costo del tranque la cobertura con hormigón de las laderas para evitar las filtraciones, todo lo cual el MOP lo presupuestó en su momento en un costo superior a los 50 millones de dólares, lo que significa una inversión cercana a los US$ 20.000 por hectárea. Frente a los US$ 200 que cuesta en el resto del país asegurar el riego de una hectárea, es difícil que se autorice la obra, dadas las tremendas diferencias de rentabilidad social y económica.
Ante esta realidad matemática, y el avance de la metodología de evaluación de proyectos, los argumentos basados en geopolítica, territorios conquistados, zona extrema y limítrofe, etc., no tienen una relevancia mayor. Por lo que sería más eficiente plantear derechamente a la autoridad cuáles son los beneficios para Arica y Chile, por una utilización más eficiente del agua, y que la autoridad responda hasta dónde está dispuesta a cooperar para remediar esta absurda situación.
Según técnicos en obras hidráulicas, existen alternativas como las barreras de goma, proyectadas para el río Mapocho, usadas en países desarrollados con singular éxito,. Quizás no sean la solución ideal, pero al menos atenuará este problema. Existen otras alternativas, pero si no hay voluntad política para afrontar y resolver este problema, seguiremos debatiendo soluciones durante muchos años y el agua seguirá yendo al mar.
Cuando alguien pide, alguien puede otorgar. Sin voluntad de las partes, la petición no se concederá.