La ignorancia es atrevida. La mía en educación (como la de la mayoría de los chilenos, sin desestimar la de algunas autoridades en la materia) es suficiente como para opinar del tema.
Como país hemos fracasado en el objetivo de suministrar a nuestros herederos una educación acorde a las necesidades del siglo XXI- De este fracaso no se puede culpar a los últimos gobiernos, sino que a una cultura nacional que habla mucho de buena educación, y sabe poco cómo lograrla. Si no, cómo explicar que el magisterio es una de las profesiones menos admiradas, según encuestas sobre la materia; cómo se permitió que ingresaran a estudiar pedagogía los mas bajos puntajes del Bachillerato, PAA, y PSU. Ahora estamos sufriendo las consecuencias, pero no hacemos un autoexamen para descubrir en qué fracasamos, y cómo podemos enmendar rumbos.
El resultado de la tarea educativa se ve a largo plazo; el avance (o retroceso) no se percibe día a día, por lo que electoralmente no es rentable gastar en educación, frente a hacer una plaza, construir un estadio, o mejorar jardines, progreso material que es mejor evaluado que el cultural, lo que tienen claro candidatos y autoridades.
Piden los estudiantes movilización y PSU gratis. ¿Será decisivo para mejorar la calidad de la educación? No me parece, pero sí es impostergable la evaluación docente, y aplicar incentivos a la capacitación y a los mejores logros. Si por razones políticas se acepta presiones gremiales que impiden las mejoras, se sacrifica a las nuevas generaciones. Se dice que los buenos políticos piensan en la próxima generación, y los otros en la próxima elección.
Vale preguntarse por qué necesitamos una mejor educación; básicamente es para mejorar la calidad de vida. Pero, ¿basta con una mejor educación? En Chile sólo el 10 % de la masa laboral es universitaria; en Japón es el 50 %; y en Cuba es el 60 %. Sin embargo, la pobreza en este último prueba que no basta la educación si no va ligada a políticas públicas adecuadas.
Esta es una materia de Estado. La educación es tan importante que no se puede dejar sólo en mano de los profesores, sino que debe participar toda la sociedad, no sólo la política, sino la laboral, empresarial, religiosa, y, por supuesto, los menos recordados, que son los padres y apoderados, quienes deben decir y hacer mucho más
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