Wednesday, September 27, 2006

Un viejo amor

No se olvida ni se deja, según dice la canción,

Y es al parecer la nostalgia la que llevó a Chile a ingresar a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), antiguamente conocida como Grupo Andino, del cual Chile se retiró en 1976 por ser las políticas de ese grupo contradictorias con la apertura económica que nuestro país había iniciado.

El tiempo nos dio la razón, y varios años más tarde todos los países copiaron el modelo chileno, de apertura a las inversiones extranjeras y al comercio internacional, con aranceles bajos y parejos.

La paradoja es que hace poco Venezuela se retiró del CAN, molesto por el Tratado de Libre Comercio (TLC) que Perú y Colombia negociaron con Estados Unidos, con lo cual debilitó en forma notoria la influencia de este grupo en la economía mundial, situación que se ve bastante mejorada por el ingreso de Chile.

Los países que componen el CAN son: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, y ahora Chile como miembro asociado, pero no pleno, seguramente porque no podemos adoptar en plenitud las políticas del grupo.

¿Cuánto tiene de romántico, y cuánto de pragmatismo tiene esta decisión? Es un misterio por aclarar. En todo caso, se supone que es para hacer un contrapeso a Chávez y al Mercosur, tal vez se pueda constituir un minibloque para tener más peso en la APEC, y, porque no, un foro político en el cual se pueda mejorar las relaciones con Perú y Bolivia, a través de un diálogo multilateral. Aportar la experiencia chilena de desarrollo y su política de inserción en el mundo, podría ser una ayuda que acelerara la salida de la pobreza de estos países, etc., etc.

La pregunta es: ¿En qué nos puede beneficiar ingresar a este bloque? Esto dependerá fundamentalmente de las confianzas que se puedan generar entre sus miembros; que se saque las lecciones de las razones del fracaso en la década de los 70, para no repetirlo; de asumir que la suma del PIB de sus miembros debe ser menos del uno por ciento del PIB mundial; por lo que solos no tenemos mayor relevancia en la economía, y que sólo lo lograremos con políticas serias, estables que atraigan la inversión extranjera para aumentar el crecimiento económico.

Con retórica y sentimentalismo, fracasamos; con seriedad, nuestro destino debe mejorar.

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