Esta semana Arica fue protagonista de los noticiarios de TV gracias a la marcha de protesta organizada por Ollanta Humala en la frontera con Chile.
Por las imágenes y por estimaciones de testigos no fueron más de mil personas que siguieron su convocatoria, lo cual constituye menos del medio por ciento de la población tacneña. La explicación podría ser obvia: gran parte del comercio y otras actividades de Tacna subsiste gracias a los compradores chilenos, y un conflicto con nuestro país les causaría un daño económico; además, el crecimiento agrícola de Perú tiene como gran mercado objetivo el chileno.
En resumen, nada hace más por la amistad de los pueblos que el comercio con beneficios mutuos.
Ollanta, al igual que Hugo Chávez, Evo, Correa de Ecuador y otros, han ganado el poder por el cansancio de castas políticas, que en una mezcla de erradas políticas y corrupción han mantenido a sus países en la pobreza y en continuas crisis políticas, lo que crea un escenario propicio para escuchar cantos de sirenas.
Culpar a enemigos externos de los propios errores forma parte de la cultura política latinoamericana. Es Estados Unidos el que gana todas las medallas de esta competencia, pero Chile también se lleva algunas en Bolivia y Perú, de lo cual se vale Ollanta para tratar de conservar el capital electoral que obtuvo en la última elección presidencial, y que no logró repetir en las regionales.
La globalización de la economía, a pesar de no despreciables oposiciones, es un camino sin retorno. Las piedras sembradas en él van a retardar su recorrido, pero igual se llegará a la meta, por lo cual cometeríamos un error como país si confundimos las piedras con un muro infranqueable.
Muy posiblemente los peruanos, bolivianos y chilenos no somos los vecinos más afectuosos del planeta, pero ninguno puede cambiar su vecino por alemanes, japoneses o norteamericanos, por lo que junto a la paciencia que se debe tener para aceptar lo que no se puede cambiar, debemos hacer esfuerzos en todos los sectores para posicionarnos en el siglo XXI y adoptar las conductas y políticas que nos permitan cambiar los recelos por confianzas, y las desconfianzas por cooperación, ya que Perú ni Chile por sí solos son relevantes en la economía mundial. Una mayor integración sin duda será de beneficio común.
Al siglo XIX lo del siglo XIX, al XXI lo del XXI.
Sunday, April 08, 2007
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