Las relaciones con el gobierno argentino se han ido debilitando en forma pronunciada; tras momentos cúlmines en la era Frei-Menem, en la cual se firmó los acuerdos gasíferos, no se ha logrado mantener un espíritu integrador y de confianza entre ambos países, que incluso llevo al ex Presidente Lagos a interceder en favor de nuestros vecinos ante el FMI, para sobrellevar la grave crisis económica que los afectó hace pocos años.
Los conflictos argentinos con otros países no son tan extraños; hoy tienen un grave impasse con Uruguay por la construcción de dos plantas de celulosa a orillas de un río común. El caso fue llevado a la corte de La Haya, que dio la razón a Uruguay por 14 votos a 1. Con Brasil los roces son usuales, por lo que el Mercosur ha estado varias veces en la UTI. Con Estados Unidos hay tirantez, y el Presidente Chirac en su reciente visita a Sudamérica omitió Buenos Aires.
Quizás la principal razón de esta situación se encuentre en que Argentina acomoda su política exterior en función de sus necesidades políticas internas, (las Malvinas fueron invadidas en un grave momento político de Galtieri) y cómo Kirchner (o su esposa) postularán en la próxima elección presidencial, se debe tomar todas las medidas necesarias para cumplir ese propósito, pasando a segundo término las relaciones con otros países, o las buenas medidas económicas que pasan a ser reemplazadas con populismos que no tardarán en cobrar la cuenta.
Tras su crisis, el dólar triplicó su precio en Argentina, lo cual inevitablemente debe crear inflación por el alza de los insumos importados, ante lo cual ¿qué hizo Kirchner? Culpó a los supermercados y a las bencineras del alza, pidiendo a los consumidores no comprar en esos establecimientos; si subió la carne, prohibió su exportación; si a los agricultores les conviene más exportar que vender en el mercado interno, colocó impuestos a las exportaciones; en fin, basado en su ilimitada autoconfianza, cree que las leyes de la economía están equivocadas, y que las suyas son las correctas, más aún ahora que el Congreso justicialista le otorgó "superpoderes".
El actual conflicto por el gas no es el primero ni el último que tendremos con Argentina. Una actitud más enérgica es necesaria de parte de nuestro país, si no queremos que nos borren con el codo lo que firmaron con la mano.
No sirven de mucho las visitas y los besos.
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