Ante las acusaciones de utilizar organismos estatales como el MOP y Codelco, como cajas pagadoras de favores políticos, el máximo ejecutivo de esta última ha argumentado que lo que se busca es la privatización de la empresa cuprera (eludiendo la explicación de los pagos), lo cual es negado por los acusadores.
No es ésta la primera denuncia de utilizar los recursos de la empresa políticamente. Recordemos el “Davilazo” que costó mas de 100 millones de dólares al Estado; la relación entre Refimet, empresa de la familia Noemí, y Codelco produjo pérdidas a la estatal, que motivó una indemnización de varios millones de dólares, hecho acaecido durante la gestión de Alejandro Noemí al frente de Codelco.
Aún así, la mantención de Codelco como empresa estatal ha pasado a constituirse en una especie de dogma en el debate político. Sugerir su privatización es considerado casi como una traición a la patria. El gran argumento anti-privatizador es que esta empresa es de “todos los chilenos”, y que sus utilidades son para ayudar a los más pobres (y a otros mas). Si realmente esto fuera cierto, su propiedad debería ser dividida en 15 millones de acciones (una por cada chileno); citarse anualmente a Junta de Accionistas, en la cual cada “propietario” podría preguntar acerca de la marcha de “su” empresa, y reclamar de aquellas decisiones que le parecieren perjudiciales al interés común, lo cual es común en las S.A. Evidentemente, en Codelco estamos lejos de una situación como esa, pues se supone que los chilenos no somos tan inteligentes como para tomar este tipo de decisiones.
Si consideramos que uno de los atributos de la propiedad es el dominio sobre la misma, y la libre disposición de ella, no veo el inconveniente que alguien considere ventajoso vender “su” acción en esta empresa. Para hacer un cálculo fácil, Codelco debería valer unos 30 mil millones de dólares, por lo que cada chileno poseería US$ 2.000 en esa empresa. Si consideramos una familia tipo de cuatro miembros, cada familia tiene cerca de cinco millones de pesos, ante lo cual debe tener la libertad de decidir si prefiere mantener sus acciones en su propiedad, o venderlas, dado que este capital le podría convenir más invertirlo en otra parte (como la educación de los hijos).
Esta propuesta debe tener muchos detractores, pero lo peor que nos puede pasar como país es no tener la capacidad de debatir, ni analizar nuevas situaciones en un mundo en que el cambio cada día es más veloz e impredecible. No olvidar que la discusión hace la luz.
Monday, September 05, 2005
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